martes, 5 de abril de 2011

Michael König

También es encomiable el hecho de repartir las representaciones entre dos parejas de protagonistas de alto nivel; pero el esfuerzo por igualarlas en calidad no ha resultado. Culpable, en primer lugar, es la despampanante Measha Brueggergosman, que no interpreta a Jenny, sino que, sencillamente, es Jenny; además, la belleza joven y fresca de su timbre preciosísimo y su familiaridad con la música popular americana le dan una ventaja que la hermosa, esforzada e inteligente Elzbieta Szmytka no puede superar, con su voz más grande pero ácida y estridente en el agudo. Su pareja, el tenor wagneriano Christopher Ventris, a pesar de la calidad de sus medios, la abandonó a mitad de representación: por no saber dosificar sus medios, tuvo que empezar a recoger velas al final del acto I, escamoteando todos los agudos a partir de entonces; así, ante tal retirada, venció y convenció más, la primera noche, Michael König.

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Jane Henschel, Donald Kaasch

En segundo lugar, por reunir un grupo de cantantes estelares para cubrir todos los papeles de esta obra que, habitualmente –salvo la parte de Jim, por sus exigencias–, suelen ser despachados por cantantes de segunda, cuando no por característicos. Al margen de su actual estado vocal, por la edad, contar con cantantes de la talla de Jane Henschel, Donald Kaasch y, especialmente, Willard White para los papeles de los villanos es una largueza muy de agradecer. Incluso cuando se ha recurrido a característicos, se ha hecho con característicos de lujo, como el tenor John Easterlin, buen cantante y mejor comediante. A su altura estuvieron los otros dos leñadores-ejecutivos: el barítono Otto Katzaimer y el bajo de la Ópera de Munich Steven Humes, tan adecuados todos a sus papeles que no necesitaron una dirección de actores prácticamente inexistente: les bastó con encarnarlos para estar perfectos.

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